ANEKDOTARIO

Y volar... y soñar...

Cada vez que paso cerca de Barajas, de camino a Alcobendas o a cualquier otro sitio cercano, en cuanto veo un avión despegar ya no puedo apartar la vista de él. En ese momento lo primero que se me viene siempre a la mente es... joder, lo que daría yo por ir en ese vuelo, lo feliz que sería yendo a cualquier parte, viajar, conocer gente, diversificarme, volar, soñar y disfrutar. En una palabra, vivir, con todas las letras.
Pero luego viene la realidad, y es que estoy aquí, en este Madrid tan impersonal, que adoro, pero que carga, que abruma.
¿Qué es lo que me queda entonces? Soñar. Soñar que estoy en ese vuelo, con ese destino desconocido, con ese gusanillo de no saber con qué ni con quién te vas a encontrar, y con ese sentimiento de plenitud interior al saber que estás haciendo lo que quieres, volar libre, hacia donde tu voluntad diga en ese determiado momento.
Soñar es gratis. Y realmente no creo que soñar sea un mundo irreal, una ficción absoluta. Pienso que los sueños son pequeños mundos aparte que también forman parte de nuestras vidas, lo que pasa es que cada uno de esos mundos que vivimos cada noche son extremadamente fugaces, pasajeros. Y al despertar, ya no cuentan, ya pasaron, y se olvidan con una facilidad pasmosa que ni siquiera nos da tiempo a saborear. Es entonces cuando nuestra mente vuelve a situarse en la "realidad", en la vida del día a día, y el sueño muere. El hecho de que los sueños sean tan efímeros nos hace pensar que no son reales, que son producto de nuestra imaginación... Pero hoy soy un Rafa idealista, un Rafa soñador, y lo que quiero creer es que todos y cada uno de los bonitos sueños que se apoderan de mi mente cada noche son también reales, aunque formen parte de una realidad alternativa a la habitual o sea un universo paralelo el que me haga sentir y vibrar por unos minutos.
Soñar no es salir de la vida, sino entrar más en ella...